DOMINGO 10° TIEMPO DE LA IGLESIA
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Lucas (Lc. 7, 11-27)
En aquel tiempo iba Jesús de camino a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: No llores. Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: Joven, a ti te digo: Levántate. El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros, y Dios ha visitado a su pueblo. Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.
Palabra del Señor.
Comentario del Párroco:
A la mujer nada le queda ya en la vida. El dolor de la madre viuda contagia de dolor el corazón de Jesús. Él no puede estar allí, como los demás, diciéndole su palabra de condolencia sin saber ni poder hacer otra cosa. Él puede y sabe que tiene que hacer algo más y lo hace. Manda detenerse al cortejo de la muerte para que dé media vuelta y regrese a la vida porque lo manda él, Señor de la vida y de la muerte. El pueblo reconoce en Jesús al gran profeta y, a través de él, la misericordia de DIOS que se ha acordado de su pueblo.
P. Manuel Troncoso Díaz
Párroco de Nuestra Señora del Rosario, El Tabo
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