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Área de Comunicaciones


10 de noviembre de 2017.

Columna: "La renovación pastoral no es posible por decreto"


Durante 2012 nuestra parroquia pudo tener un diálogo fecundo sobre la renovación pastoral que es necesaria para nuestra comunidad. A pesar de las dificultades que han existido para poner esta situación en el centro del trabajo pastoral, hemos avanzado significativamente en poder construir espacios para analizar y proponer en esta materia, además que el clima de nuestra comunidad ha mejorado en relación al pasado. En este sentido quisiera abordar en esta columna, cómo es posible concretar la renovación pastoral para nuestra parroquia.

El Documento Conclusivo sobre la Renovación Pastoral para nuestra Parroquia, “Caminemos con Jesús para dar vida a nuestro pueblo”, señala y analiza exhaustivamente la realidad de nuestra comunidad pastoral, mostrándonos dificultades en la espiritualidad, en la sanación de heridas, en la actitud de acogida, en el compromiso en la vida pastoral y litúrgica, además que nuestra parroquia no ha sido comunidad de comunidades y movimientos. Teniendo el análisis sobre la mesa ¿cómo es posible solucionar nuestros problemas y qué nuestra parroquia se renueve? Durante todo este tiempo he podido escuchar muchas opiniones sobre el tema y he podido en ocasiones percibir el sentimiento que la responsabilidad es del párroco. Sin el afán de polemizar quisiera disentir de esa opinión y argumentar que construcción de la comunión es una tarea de todos y de la cual es responsable cada persona que participa activamente en la vida de la Iglesia. 



El párroco puede propiciar la conversión pastoral y comunitaria de su parroquia e incluso puede incentivar el diálogo en situaciones conflictivas, no obstante, no puede interferir en la conversión de cada persona y en su relación con Dios, porque mi conversión requiere de que me dé cuenta que he errado, que necesito pedir perdón y enmendar el daño que he hecho, además me invita a que mi corazón se sane y se aferre más al Señor, aún más, mi conversión puede provocar en el otro que el mismo amor que me ha motivado a mí, permita que tenga el mismo proceso. Por tanto, el párroco no puede sanar el daño que provoca el desamor y no puede insistir ni apresurar el tiempo que necesita cada persona. Entendiendo esto ni el párroco, ni un decreto y ni una decisión tajante puede transformar la realidad, sólo el amor transforma las realidades de muerte en circunstancias de vida. No se puede pretender y no es posible que una renovación pastoral pueda realizarse por una decisión administrativa, y procurar una solución sacando de sus puestos a las personas conflictivas y alejarlas de la vida activa de la Iglesia, que a mi modo de ver este tipo de soluciones son agravantes. 

Es nuestra responsabilidad construir comunión y depende de todos que podamos ser una comunidad de amor. El Párroco cualquiera sea éste, no puede garantizar por si solo la unidad y la plena comunión de su comunidad. La parroquia se construye entre todos y no sólo por la gestión de un ministro de la Iglesia. Jesús cuando confió a Pedro y a los apóstoles su verdad y su Iglesia, nos hizo parte del Reino y la edificación de él. Cristo no nos dejó ajenos a su ministerio, sino que nos hizo participes del plan salvífico y necesita de nosotros para transformar nuestra sociedad. La parroquia por esencia es misionera y debe abrirse al mundo para salir a su encuentro, pero requiere que nosotros vivamos en comunión para atraer. Por tanto, el medio para hacer posible la comunión y la renovación es que vivamos una conversión personal que permita mejorar nuestras relaciones, para que juntos seamos una comunidad al servicio de nuestro pueblo. Para eso el Consejo Asesor para la Renovación Pastoral deberá proponer instancias para hacer posible el encuentro con Jesús, de cada agente pastoral y persona que participa activamente en la vida de la Iglesia, incentivar espacios de espiritualidad y fortalecer los existentes, además de modificar y mejorar el actual funcionamiento del Consejo Pastoral como propone el Documento Conclusivo sobre la Renovación Pastoral y propiciar la transparencia de nuestro quehacer pastoral para que poda

mos aportar y ponernos al servicio de los demás y de aquél que necesita de apoyo. Sin embargo, se requiere que cada uno ponga su mente y corazón a transformar aquello que nos paraliza en escenarios de vida y amor. ¡Tenemos que abrir las puertas de nuestra parroquia a Cristo para dejarnos transformar por él! ¡Sólo el da vida a nuestra comunidad y a nuestro pueblo! ¡Sólo con Él nuestra parroquia puede cambiar! Centremos la mirada en Cristo y permitamos que su mensaje pueda darnos la luz para ser una comunidad misionera y comunión plena de todos sus miembros. ¡Que en Jesús así sea!



Luis M. García Arce
Coordinador Área de Comunicaciones